¿SOY OPTIMISTA?


      Todas las personas, al enfrentarnos con la realidad, nos situamos en un continuo que oscila entre dos polos, optimismo y pesimismo. El optimista ve la vida, las circunstancias y los acontecimientos de una manera diferente al pesimista. Todos valoramos más al primero y nos gustaría tener ese carácter. ¿Cómo podemos lograrlo?

      Pienso que es importante entender bien un concepto. En este Universo en el que vivimos no existen las cosas puras, no hay nada puro, todo son mezclas en mayor o menor grado. No existe el blanco ni el negro como tal, puro cien por cien, si no que lo que existe es una gama de infinitos grises, todo es blanco-negro. La realidad no es única, tiene dos aspectos, uno agradable y otro desagradable o, digamos, menos agradable. Hay un dicho muy conocido que es que podemos ver la botella medio llena o medio vacía, y se refiere a este concepto. También decimos que toda vara tiene dos puntas, podemos cortarla por la mitad y tendremos dos varas más pequeñas, también con dos puntas cada una. Siempre toda vara tiene dos puntas. En oriente lo expresan con ese signo tan conocido ya también aquí, el Yin y el Yang, que es símbolo de esta idea, el blanco y el negro interconectados mutuamente, que se complementan, como expresión de los pares contrapuestos.

      Así, de esta manera, siempre cualquier acontecimiento que vivamos, cualquier situación en la que estemos inmersos tiene los dos aspectos, agradable y desagradable, positivo y negativo a la vez. No hay nada agradable cien por cien ni desagradable cien por cien, todo es una mezcla de ambos, en mayor o en menor grado. Si estoy viendo el aspecto negro de algo y sigo fijándome, daré con su parte blanca, que siempre existe, aunque sea en un porcentaje menor.

      En nuestra cultura se nos educa de una forma sesgada, deformada, ya que se incide demasiado en lo negativo, en la parte negra, por una cuestión de supervivencia. Nacemos muy indefensos, con pocas capacidades y educarnos en el miedo favorece nuestra supervivencia. De esta manera empezamos a aprender y practicar la negatividad desde bien temprano, y a base de repetirlo llega un momento en que adquirimos mucha destreza y nos hacemos verdaderos expertos en ver el lado negro de las cosas y de las situaciones. Esto tiene un coste considerable, el gran sufrimiento que nos reporta.

      Ya que la realidad tiene los dos aspectos a la vez, si cualquier acontecimiento o situación que vivimos intentamos ver su parte positiva y agradable, sé que la voy a encontrar, ya que existe. Con un poco de práctica y entrenamiento lograré ir adquiriendo más pericia en este proceso hasta que también me haga un experto en ver la parte positiva de las situaciones, sin olvidarme de que existe el lado negativo. Al actuar de esta manera me siento mejor, mis emociones son más equilibradas y agradables. En principio procuro fijarme y atender a la parte blanca de las cosas, y si no me es efectivo me fijaré en la parte negra sabiendo que existe también la blanca. Así, me iré convirtiendo en una persona más optimista, e incluso puedo llegar a ver en cada problema una oportunidad de crecimiento y aprendizaje.

      La diferencia fundamental entre una persona pesimista y otra optimista es que la primera sufre y la segunda disfruta más, así es que me doy cuenta de que el criterio que me va a servir de guía en este proceso va a ser mis emociones, el cómo me sienta actuando de una manera o de la contraria. Sabemos que las emociones son originadas por los pensamientos y vienen precedidas por ellos, por lo tanto el fijarme en los aspectos negativos me va a ocasionar sufrimiento de varios tipos: puede ser ansiedad si considero que existe un peligro, tristeza, si pienso que hay pérdidas o aspectos que faltan y enfado si lo interpreto como injusto hacia mí. De igual manera, el ver las cosas y acontecimientos en su vertiente agradable, positiva, va a hacer que sienta emociones agradables también, en forma de alegría, tranquilidad, confianza, satisfacción. Mis emociones me van a marcar la diferencia que me indica si estoy en modo optimista o en modo pesimista, y atendiéndolas, me van a servir de guía en este proceso. 

      Quiero hacer énfasis en un aspecto y es que no se trata de ser optimista por encima de todo, ante todas las cosas, y querer ver la realidad solamente en su faceta positiva, querer estar siempre alegres, por encima de todo; no, ya que esto es síntoma también de que estamos teniendo una visión sesgada, desproporcionada. El que actúa de esta manera está tan alejado de la realidad como lo está el pesimista a ultranza, ya que está ensalzando uno de los polos e ignorando el otro. Se trata de estar en la zona intermedia, ser optimista de una forma equilibrada, y para ello es necesario no olvidar que también existen los aspectos negativos, las partes negras de cualquier aspecto de la realidad. Decido procurar ver la parte blanca ya que así me siento mucho mejor, siento en mi cuerpo-mente emociones agradables, y en consecuencia me relaciono mucho mejor con mi entorno, sabiendo que existen las partes negras, que está compensado, pero que en principio decido no mirarlas, y cuando sea necesario también lo haré.

      Siguiendo con esta línea, un trabajo personal con terapia cognitivo-conductual va a consistir en esto, en conseguir que el sujeto se haga consciente de sus visiones sesgadas con las que sufre, para así analizarlas y sustituirlas por otras más adecuadas a su realidad presente.