TERAPIA COGNITIVO-CONDUCTUAL.

  La Terapia Cognitivo-Conductual (TCC) es actualmente la Orientación Psicoterapéutica de referencia, ya que es la que ha recibido y sigue recibiendo mayor evidencia científica y experimental sobre su eficacia y efectividad en el abordaje de una gran diversidad de problemas y trastornos psicológicos, en su detección, evaluación y tratamiento; contando para ello con una pluralidad de técnicas y procedimientos terapéuticos que comparten una serie de rasgos comunes que han supuesto unas herramientas terapéuticas muy exitosas en distintos ámbitos de intervención como el de Salud, Educación, Institucional, etc.

      Comienza su andadura por los años 50 del siglo XX, como una alternativa radical ante el descontento con las psicoterapias imperantes, de corte psicoanalítico, con la denominación de Terapia de Conducta (TC), o Terapia Conductual.

      Los terapeutas de esta orientación, en sus inicios, ponían énfasis como objeto de estudio en la conducta observable, en la conducta manifiesta, y en al ambiente en el que ésta tenía lugar, sin apelar a la consideración y estudio de procesos mentales y/o estructuras subyacentes. Estuvieron muy influidos por el movimiento que surgió a principios del siglo XX, el Conductismo o revolución conductista, que aparece como reacción a las dos escuelas de psicología imperantes en la época, el Estructuralismo y el Funcionalismo, que ponían el acento en el pensamiento y en la introspección para investigar la mente.

      La Terapia de Conducta en sus orígenes se adhiere sólidamente a los principios y teorías del aprendizaje, siendo uno de sus postulados principales el que tanto la conducta adaptada como la desadaptada es aprendida, atendiendo a los principios del aprendizaje, y como tal puede modificarse. Igualmente, siguiendo la influencia del Conductismo, defienden que la psicología debía de ser una disciplina totalmente objetiva, dedicada a la predicción y control de la conducta.

      Los pilares básicos sobre los que se construye el armazón teórico y metodológico que lleva al inicio y desarrollo de la Terapia de Conducta son los dos paradigmas de aprendizaje que ya gozaban de cierta tradición entre los investigadores cuando empieza a aflorar la Terapia de Conducta, y que se aplican al contexto clínico de la salud. Estos dos paradigmas de aprendizaje, que consideran los terapeutas que predicen y explican la conducta humana, tanto la adaptada como la desadaptada, son el Condicionamiento Clásico (CC), desarrollado por el fisiólogo ruso Iván Pavlov, entre finales del siglo XIX y el principio del XX, que se basa en que la conducta es explicada gracias a una asociación por contigüidad entre estímulos (E) y respuestas (R), paradigma (E-R); y el Condicionamiento Operante (CO) que desarrolla un psicólogo americano llamado Barrhus F. Skinner en las tres primeras décadas del siglo XX, aunque tiene un origen anterior en la Ley del Efecto de Thorndike, otro psicólogo americano. Este paradigma se basaba en la relación entre las respuestas y sus consecuencias en el ambiente, de tal manera que las respuestas seguidas de satisfacción quedaban firmemente asociadas a la situación, incrementándose su probabilidad de ocurrencia en la misma situación o similar. De igual manera, si la respuesta era seguida de insatisfacción o disconfort se debilita su conexión con la situación, siendo la probabilidad de ocurrencia de tal respuesta mucho menor. Así, de esta manera, quedaba claro que la conducta es función de sus consecuencias en el medio. Se le da más importancia a lo que ocurre después de la respuesta que a lo que ocurre antes de ella, como es el caso del condicionamiento clásico, para su explicación. La Ley del Efecto ejerció una notable influencia en Skinner, que junto con Pavlov serán los autores más influyentes en la aparición formal de la Terapia de Conducta.

      Estos principios se extrajeron experimentalmente en el laboratorio investigando con animales y se iban aplicando a la clínica, suscitándose un gran interés por el estudio de la conducta desviada o desadaptada en el ser humano. Había una extensa base de conocimiento sobre la investigación en psicología del aprendizaje.

      Esta disciplina fue evolucionando, modificando sus bases teóricas y metodológicas e incorporando otras nuevas, y sin dejar de considerar sus principales axiomas, fue pasando a considerar en la predicción y explicación del comportamiento y la conducta humana también otras dimensiones procedentes de otros ámbitos de la Psicología, como son la vertiente social, la cognitiva, psicofisiológica, etc.

      Al iniciar los años 70 se va produciendo una fase de transformación importante en la Terapia de Conducta que se caracteriza por su apertura hacia los aspectos cognitivos y sociales. Va aflorando una cierta insatisfacción con las bases teóricas y clínicas centradas en las investigaciones en psicología del aprendizaje, ya que resultaban poco ajustadas a la complejidad humana. Se considera que los principios del aprendizaje no pueden explicar por sí solos la complejidad de la conducta humana, no pudiendo basarse la Terapia de Conducta solamente en la Psicología del Aprendizaje. Se empieza a considerar que hay que dejar de lado la investigación con animales y comenzar a investigar con seres humanos, examinando los mediadores cognitivos, los procesos mentales que intervienen entre estímulos y respuestas, y que tienen mucha influencia en el comportamiento. Se empieza a dar importancia a conceptos como “pensamiento”, “creencias”, “mente”, “conciencia”, etc, a la hora de predecir y explicar el complejo comportamiento humano, es decir, a la consideración de la “cognición” como elemento determinante de la conducta. Igualmente, desde el punto de vista de la intervención terapéutica de la conducta desadaptada, se insiste en el abordaje de los procesos cognitivos (mentales) que están en la base de la problemática del individuo.

      Surgen unos nuevos desarrollos teóricos más representativos de las nuevas tendencias como son la Teoría del Aprendizaje Social, con Albert Bandura como figura más notable, que se caracteriza por el énfasis en la influencia social en el aprendizaje, a través de la observación e imitación de la conducta, llamado también aprendizaje vicario, y así de esta forma ir superando las limitaciones de la forma experiencial de adquisición de comportamientos. A su vez se va imponiendo el enfoque Cognitivo en Terapia de Conducta, que fue más determinante que el anterior, en el que a los factores cognitivos (procesos mentales, pensamientos, creencias, imaginación, etc.) se les otorga una gran relevancia y esto va a suponer un considerable cambio en la forma de conceptualizar y tratar los problemas y desajustes psicológicos así como explicar el comportamiento humano en general.

      Las técnicas más sobresalientes del enfoque cognitivo serán las técnicas de “reestructuración cognitiva”, que están centradas en la identificación y cambio de las cogniciones (creencias irracionales, pensamientos distorsionados, autoverbalizaciones negativas) que determinan y/o mantienen el problema. Estas técnicas analizan estos pensamientos y creencias distorsionados y enseñan al paciente a pensar de manera correcta o no tan nociva, enfrentando los errores o distorsiones que pueden estar produciéndose a la hora de procesar la información. Los dos autores más influyentes en este campo fueron Aaron Beck, que desarrolló la “Terapia Cognitiva de Beck” para la depresión en 1964 y Albert Ellis, que desarrolla la “Teoría Racional Emotiva de Ellis” en 1962. Los dos autores partieron de una formación psicoanalítica que se les quedó limitada y los dos incluyen en sus terapias procedimientos de corte más conductual.

      Actualmente la Terapia Cognitivo-Conductual es una de las principales psicoterapias. Está configurada por el desarrollo y evolución del armazón teórico y clínico comentado hasta aquí, que se evidencia en los enfoques actuales de la Terapia Cognitivo-Conductual; por un lado las llamadas “Terapias Contextuales”, que derivan de nuevos desarrollos de aplicaciones de paradigmas clásicos de aprendizaje y por otro de nuevos desarrollos de los modelos cognitivos, que se van a apartar quizá de los conceptos un tanto mecanicistas y racionalistas de las aportaciones cognitivas ya consolidadas, influidos por teorías de aprendizaje constructivistas, es el “modelo cognitivo-constructivista”. Los dos enfoques terapéuticos participan de un contexto filosófico.